No nos digamos mentiras: la navidad es maravillosa, pero también es abrumadora.

Está todo el tema de: ¿qué le regalo esta vez? Está la que llega con regalo y tú habías olvidado que existía. Están las novenas donde tu suegra que se cruzan con las de tu mejor amigo. Están las calles repletas, la gente que sonríe… sí… pero también la que empuja, afana, pita, se atraviesa. Y por supuesto también están esos días… esos maravillosos días en los que la familia entera se reúne alrededor de la mesa a compartir momentos maravillosos, abrazos que se confunden, villancicos que alegran el alma y… (Acá viene una onomatopeya de frenada en seco) Porque por supuesto también está la realidad. Llegan ese 24 y ese 31 que en el 85% de las familias (Por supuesto este es un porcentaje que carece de toda sustentación científica y solo sirve para darle valor a mi argumento) es una verdadera pesadilla. En algunas porque nunca quedó claro con quién se debía pasar cada fecha. ¿Tu familia o la mía? En otras porque quedó clarísimo que siempre, siempre, siempre iba a ser con tu familia y no con la mía. En otras porque existe el tío que llega sin avisar o la prima recién ennoviada que nunca avisó que tenía nuevo novio. En fin llegan ese 24 y ese 31 que cada año que se va uno jura que nunca volverá a celebrar de la misma manera. Así que acá va una propuesta: ¿Qué tal si esta navidad decides escaparte? Decides decirle NO a todas las tradiciones y te inventas unas nuevas; Recibir los abrazos del 24 frente a una playa increíble. Decidiendo quién quieres que te abrace.

¿Qué tal si este año gritas 7, 6, 5, 4, 3… rodeado de la gente que amas, a la que quisiste invitar, con la que sí quieres recibir el año nuevo? ¿Qué tal si esta navidad dejas que otros cocinen por ti, que otros sean los que sirvan las copas, los que tengan que conseguir los sombreritos y los pitos y además los que recojan el desorden.

¿Qué tal si esta navidad decides regalarte el viaje que siempre soñaste?