Una silla de avión. El mejor test de personalidad

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¿Quién podría decir que se puede conocer a una persona solo por la forma como asume un vuelo?.

Bueno seguro todos los que se han encontrado con personajes como los que vas a ver en esta pequeña lista.

Los amigables:Son esos que entran sonriendo al avión, saludan a todos los que se encuentran de lado y lado del pasillo. y una  vez  que se sientan, inmediatamente quieren entablar conversación con su vecino de asiento, o con los dos, si es que están en el medio. Ellos no tendrán reparo en interrumpir tu lectura, tu silencio, tu sueño. No, Para ellos hacer amigos es la prioridad.

Si a ti también te gusta, perfecto. Encontraste tu alma gemela; pero si por el contrario eres de los que prefiere pasar un vuelo en compañía de ti mismo, mi consejo es que no sonrías más de lo necesario y que con un pequeño gesto le muestres que prefieres pasar los próximos minutos leyendo El largo camino hacia la libertad, de Mandela u oyendo a Mozart o a Maná, da igual, pero eso sí que te encantaría poder hacerlo A SOLAS.

Si eso no funciona, la mejor opción es dormir, o por lo menos fingir que duermes. No se trata de ser descortés, es solo hacer valer tu decisión de viajar como te gusta.

Los olvidadizos: Son esos amigos, familias, parejas, a los que se les olvida que ya no están en la sala de su casa y siguen hablando, comportándose, riéndose, como si lo estuvieran. No se te haga extraño que aunque uno esté en la silla 12B y el otro en la 15 C no tengan reparo en asomarse por el pasillo y decir a grito herido: páseme la chaqueta que Martín tiene frío. Tampoco es extraño ver que permiten que su pequeño Martín se pare en el asiento y se quede mirándote fijamente mientras le cuenta a su Mamá que tú estás un poco despeinado.

Para tratar con ellos, no hay mucho que hacer. Si ves que ofrecerles tu silla ayuda a que ellos estén más cerca y por supuesto más lejos de ti, esa es una gran opción. Si moverte no soluciona nada, simplemente ponte tus auriculares, respira profundo y ruega para que el viaje no dure tanto. O para que por lo menos Martincito se duerma.

Los presumidos: Son los que creen que deberían estar en clase ejecutiva.

Estos pueden ser aún más molestos que los olvidadizos. Para ellos viajar a tu lado es un dolor de cabeza.

Con su cara de descontento quisieran explicarte por qué es que esta vez no pudieron  estar del otro lado de la cortinita y tuvieron que viajar en la misma clase turística que tú.

A ellos simplemente hay que ignorarlos y rogarle al cielo que la próxima vez puedan tener el up grade que tanto anhelan y seguro merecen. Bueno, o que ellos creen que se merecen.

Los cómodos: ¿Has notado que para algunos sus piernas y sus brazos, tienen más valor que los tuyos? Verdad que sí.

El modus operandi de ellos es sencillo.  Poco a poco irán  acercando su brazo a tu brazo, hasta que por incomodidad, por ganas de mantener el espacio personal, o simplemente porque te incomoda, tú bajas el brazo. Entonces ellos, en menos de un suspiro, te arrebaten el descansa brazos.

O lo que es peor, al menor descuido, al mínimo movimiento tuyo para pasar la página del libro o para desperezarte, el individuo sin el menor escrúpulo pone su brazo en el pequeño espacio que por derecho te pertenece.

Lidiar con ellos no es fácil. Puedes enfrascarte en una eterna lucha para ver quién saca mejor provecho del descuido de quién. Puedes recordarles que todos tenemos derecho a un descansa brazos y tú quisieras hacer valer tu derecho de llevar tu brazo en el lugar que le corresponde. O simplemente puedes resignarte a, esta vez, viajar de brazos cruzados.

Los afanados: Son los que llegan de último a su silla y se levantan antes de que el avión esté detenido en la plataforma. Ellos llegarán sudando, vociferando o con una risita que busca tu complicidad. (Eso depende del tipo de afanado que te toque), pero eso sí todos, sin excepción llegan a abrir el compartimento de maletas y a tratar de embutir la suya en el lugar donde ya no cabe ninguna. Una vez logran su cometido sonríen satisfechos y se sientan tranquilamente en su silla. No volverás a saber de ellos hasta que llegue el momento del aterrizaje. Entones,  aunque todavía ni siquiera  sea el momento de desabrochar el cinturón, ellos se lanzan al pasillo abren el compartimento de maletas y pasándola peligrosamente sobre tu cabeza, la acomodan en el suelo. Los verás ahí, parados, a tu lado, haciendo fila, como si así lograran que la puerta se abriera más rápido. A parte de lanzarles una mirada inquisidora, no hay mucho que puedas hacer con ellos.

Ojalá tú no hagas match con ninguno. Pero si por casualidad notas que tienes algo de alguno, tal vez deberías hacer un pequeño me a culpa y la próxima vez que viajes, proponerte ser del estilo invisible que tanto nos gusta a los demás pasajeros.