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¿No te ha pasado que vas a un sitio muy turístico y luego, cuando el ajetreo termina y la emoción del viaje se acaba;  si alguien te preguntara cómo es la gente de allá, no tendrías ni idea qué contestar?

Sí, hay lugares a los que el turismo les robó el alma, el acento, las costumbres y hasta la bandera. Podríamos decir que Cancún es uno de ellos. Uno se encuentra con tanto gringo, europeo, peruano, argentino, paraguayo, colombiano, ecuatoriano; que ya no es fácil ver a los oriundos de Quintana Roo, dando paseos por ahí.

Afortunadamente, lo mejicanos viven tan orgullosos de sus raíces que no le temen a los colores vivos,  que muestran con orgullo sus alebrijes, sus sombreros de charro, sus talaveras poblanas y hasta han logrado que en la mitad del mundo se coman tacos y enchiladas.  Por eso es que Cancún sigue siendo Méjico en todo su esplendor.

Lo que sí es cierto es que para encontrarse con la gente de allá, para entender lo que hacen, cómo viven, cómo hablan los cancuneses, sí es necesario salirse de la zona hotelera.

Un lugar increíble para hacerlo es el mercado 28. Un mercado local donde se puede comprar de todo y a mucho mejores precios de los que se encuentran en la plazas a las que normalmente van los turistas. 

En mercado 28 encuentras desde joyería y ropa; hasta bisutería, accesorios y artesanías. Pero lo mejor: te encuentras con familias reales que caminan por ahí, con niños que juegan, con amigos que conversan como si Cancún fuera un lugar cualquiera, como si ellos hubieran logrado apartar a la masa de turistas de su vida normal y tranquila.

Y ese pedacito de Cancún, sí que vale la pena descubrirlo