Sellos que te llenan de recuerdos

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Viajar dentro de tu país, conocer cada rincón, cada río, cada montaña, cada lugar turístico y cada lugar escondido es una experiencia increíble; pero hay momentos en los que la vida te dice: ¡Bueno ya! Llegó el momento de ir un poco más allá.

Entonces te armas de valor y decides descubrir el mundo.

Pero si viajar por primera vez en avión cuesta, ¡imagínate viajar por primera vez fuera de tu país! No, no te preocupes la verdad no es tan grave como suena.

Por eso queremos contarte un poco cómo es ese proceso de expandir fronteras para que de una vez por todas te animes a ponerle ese sello a tu pasaporte que tu espíritu tanto necesita.

1. Obviamente lo primero que tienes que hacer es sacar un pasaporte (Métete en la página de la Cancillería y ahí encontrarás todo lo que debes hacer). Es una de esos trámites burocráticos que extrañamente resultan fáciles y rápidos.

2. Asegúrate de llegar al aeropuerto mínimo con 3 horas de anticipación, para poder hacer tranquilamente los trámites de migración y de aduana.

3. Una vez llegues al aeropuerto busca el mostrador de la aerolínea en la que vas a viajar y haz allí la fila para hacer el check in. ¿Qué es el check in? Es el momento en el que presentas tu pasaporte y tu cédula y la persona de la aerolínea te asigna tus asientos, pesa tu  equipaje y te entrega el pasabordo (Incluido un comprobante de equipaje para que puedas reclamarlo en tu destino final)

Ojo, no guardes nunca tu pasaporte en un bolso o maleta que vayas a mandar por equipaje. Siempre debes mantenerlo cerca, porque lo vas a necesitar.

4. Una vez tengas tu pasabordo dirígete al lugar que normalmente está señalizado como “salidas internacionales” Una vez entres ahí, no vas a poder volver a salir; pero tranquilo que ahí vas a encontrar lugares para comer, para comprar, baños y zonas cómodas para esperar la salida de tu vuelo.

5. Al entrar a inmigración te encontrarás varias filas (no importa la que escojas) en todas habrá alguien a quien tendrás que mostrarle tu pasaporte y tu pasabordo. Ellos simplemente pondrán el tan anhelado sello de salida.

6. Desde el 11 de septiembre, el proceso de migración se ha vuelto un poco más complicado, así que prepárate a poner todas tus cosas en la banda, a sacar de tus bolsillos cualquier cosa de metal, a quitarte el cinturón y el saco o abrigo o lo que tengas puesto para evitar el frío, a pasar por una máquina de escáner y a que de pronto te obliguen a abrir tu equipaje.  Son solo medidas de seguridad que al principio pueden atemorizar un poco, pero la verdad son necesarias.

7. Si vas con tiempo puedes quedarte un rato disfrutando el Dutty free, donde encontrarás muchas cosas libres de impuestos de la que te vas a poder antojar. ¿Por qué es libre de impuestos? No se te olvide que desde que entraste a inmigración y te sellaron el pasaporte, ya no estás en tu país, estás en… en ningún sitio, la verdad, porque ese lugar de los aeropuertos no le pertenecen a nadie, así que es un “puerto libre”… libre también de impuestos.

8. ¿Un consejo? SI no vas bien de tiempo, no te distraigas tanto, es preferible que vayas a buscar la puerta de embarque de tu vuelo (En algunos aeropuertos del mundo puede haber kilómetros de recorrido para llegar a la tuya). Una vez allí el abordaje será como siempre, organizado por los empleados de la aerolínea, y se hará en el orden que ellos vayan anunciando.

9. La ubicación en la silla, la emoción y algunas veces el miedito por las turbulencias seguramente serán los mismos. La diferencia es que en los vuelos internacionales te entregarán un papel que debes llenar. Esta es la declaración jurada de aduanas donde te preguntan cuánto dinero traes, si traes alimentos o cosas no permitidas, etc. Si por alguna razón no te la entregan, tranquilo, cuando llegues a tu destino la podrás reclamar y llenar

10. Llegaste a tu destino! Ahora es hora de hacer los trámites de inmigración. Lo mismo que hiciste al salir del país, pero esta vez para entrar. Entregar el pasaporte, la declaración de impuestos y  obvio, el sellito que te hará sentir por fin un extranjero.